
Marco es un buen amigo y hermano de una iglesia local que solemos frecuentar.
Él también pasó por una operación de pecho abierto y una mañana cualquiera me dijo: «Sé dónde están mis alambrecitos». Listo: me quedé fijado con aquello. No quería saber dónde estaban mis alambrecitos. Déjalos quietos dentro. Ni me recuerdes de ellos.
Para quien no sabe, cuando su pecho es abierto él necesita ser sujeto con alambres. Su responsabilidad es quedarse de reposo absoluto hasta que los alambrecitos hagan el servicio de ellos que es sólo mantener el hueso en el lugar hasta que él se suelde correcta y completamente. Pienso – en mi desconocimiento – que después de eso podrían ser retirados por no ser más necesarios ya que cumplieron su misión …. pero eso no me parece que sería una opción viable.
Hay dias que te despiertas y no hay sensación de que haya ocurrido un cambio tan grande en tu pecho. Ahi te quedas quieto, como que queriendo recordar cómo era la vida antes de la intervención. En algún momento te tienes que mover porque al final de cuentas tiene que salir de la cama, y ahí te acuerdas que tu pecho está allí en el lugar por los alambrecitos.
Hace algunos años-en 2001 más precisamente-cuando tuve que predicar por primera vez después de mi ex y yo habíamos perdido a Natán en los días de su nacimiento, recuerdo que me centré en la muerte de Jesús en la cruz y divagué por la idea de cómo Dios padre debe haberse sentido cuando ocurrió la muerte de su Hijo unigénito. Si no hubiera muerte de un justo, no habría posibilidad de retirar del diablo el poder sobre la muerte ya que ella es el pago justo por el pecado. Si la muerte fuera sólo una simulación, no habría posibilidad de romper ese lazo pues sería una mentira – que es un pecado – haciendo de todo el rescate una gran payasada. La muerte de Jesús, el Cristo, debía ser completamente real. Así, el sufrimiento del Padre debe haber sido también terrible al final de cuentas, omnipresente de la manera que es, no podría esconderse muy lejos del hijo mientras decía «por qué me abandoneste?»
Años se pasaron y mis alambrecitos me hacen reflexionar en los clavos que fijaron a Jesús en la cruz. Más que los clavos, lo que fijó a Cristo allí fue la propia decisión de sufrir en nuestro lugar. Entonces más que en los clavos pienso en la mutación del perfecto divino para el completo humano y cómo eso cambió no sólo nuestra historia, sino también la historia de lo divino.
Me parece que poco paramos para pensar que la mutación sufrida por Cristo ocurre en tiempo específico (Ef.1: 10 y Gá.4: 4) y las consecuencias de ello son por la eternidad. Es decir, Jesús después de la glorificación no vuelve a su estado inicial, sino que sigue siendo el hombre perfecto. Por eso es el primogénito de la resurrección. Como él es, nosotros seremos (1Jo.3: 2, Fil.3: 21). Él vino a nosotros, pero vamos a él y gracias a él. Cuando vuelva, será perfectamente reconocible (Lc.21: 27, Ap. 1: 7)
Entonces no se trata más que de decir que Jesús es Dios encarnado pero también de fijar que las consecuencias de ello se extienden por la semi-eternidad que comenzó en el acto de la encarnación. Y con encarnación no me refiero al nacimiento, sino a la misma fecundación.
Mis alambrecitos me acompañarán a la tumba. En caso de ser cremado, ellos se derretiran y fundiran con el material orgánico y otra parte se volverá volátil. Pero si es enterrado, cuando me pongan en la urna, allí estarán mis alambrecitos como un recordatorio constante de haber pasado por el fondo del ojo de la aguja.
¿Cómo será con Jesús? ¿Recuerda cómo era antes de los clavos? Y si recuerda, cómo lo hace? Siendo que es victorioso, ¿hay posibilidad de que sienta nostalgia sobre el estado anterior? Sé que voy lejos con estas preguntas pero creo que son válidas para tal vez de alguna manera hacerle entender -querido lector- que el sacrificio completo fue realizado por Cristo y no sirve de nada intentar conquistar cualquier cosa eterna por las obras. También no es posible torcer el brazo del creador como si de una pulseada se tratase, ya que lo hizo todo y de forma completa. Si no fuera una obra completa, ¿para qué hacerla?
Bueno, sea como sea, mis alambrecitos me recuerdan los clavos de Él.