Dicen – creo que jugando – que una religión es una creencia que te ayuda a sacar la culpa que otra religión colocó.
Juegos de lado, es común en el medio cristiano confundir culpa con remordimiento, remordimiento con arrepentimiento, arrepentimiento con confesión y confesión con cosa de Belzebu. En algunas situaciones esto es perfectamente comprensible, ya que más de mil años de obligatoriedad confesional nos colocó del otro lado del tatami. Pero vamos a separar los granos y tratar de entender mejor esta cuestión.
El remordimiento es una inquietud, un estado de abatimiento. Puede indicar culpa pero también sólo miedo de ser atrapado. Sentir remordimiento no es señal de salud espiritual pero la falta de remordimiento puede ser una mala señal.
La culpa indica responsabilidad por un acto hecho o ,también, por una omisión que causó daño a otro. Puede ser real o no. Se puede sentir o no. Puede ser objetiva o no. En cualquier caso, la culpa mal tratada es un desastre ya que termina condicionando pensamientos y conductas que si esta no existiera serían diferentes.
Ni el remordimiento ni la culpa pueden ser el motivo de una persona seguir a Jesús. Son, ciertamente, el motivo para que muchas personas tengan una religiosidad, maltratarse, judiar a los demás y – con certeza – no ser felices. Sin embargo, en Jesús las dos cosas encuentran una salida, si bien son sólo sombras de una cosa mucho mejor. La culpa real, por ejemplo, va a encontrar su desague en el arrepentimiento, pues de otra forma sólo alimenta un remordimiento y estanca la vida de la persona. Esto nos lleva a pensar en las otras dos palabritas.
Piense en el arrepentimiento. ¿Qué es? Tenemos la tendencia a pensar que se trata de un sentimiento. Incluso creemos que sin un sentimiento el arrepentimiento es imposible. Es verdad que toda nuestra vida de decisiones pasa por lo emocional y que cuando lo emocional se enferma necesita ser cuidado como una pierna, la garganta, el corazón …. pero la caminata al arrepentimiento no necesariamente comienza por lo emocional, puede ser también por una profunda convicción traída por un nuevo conocimiento o por enterarse de las consecuencias de nuestros actos o inacción. Sí; no es extraño caer en llantos. Sólo enfatizo que la ausencia o no de lo emotivo no es razón para medir el arrepentimiento. ¿Entonces qué es?
El arrepentimiento es un cambio de conducta. No es sólo sentirse mal con algo hecho o dejado de hacer. No se trata de sentir culpa sobre un asunto. Se trata de cambiar una conducta por ya haber tenido una inapropiada. Es por ejemplo aquel hombre que deja de traicionar, la mujer que deja de codiciar, el adolescente que deja de mentir, la suegra que deja de meterse, el comerciante que deja de practicar el abuso en los precios, es el gobernante que pasa a ser decente, la madre que pasa a respetar a la persona del hijo, en fin, creo que ya han agarrado la idea.
Pero nos falta un bloque que, a mi ver, es lo esencial. Sin este bloque la casa del cambio espiritual de cabeza no puede establecerse. Sin este bloque el perdón no es liberado. Sé lo que parece, pero me acompañe un poco más.
Cuando dejamos (como raza) entrar el pecado en el mundo, se convirtió en señor de este mundo. El lugar donde él más reina, es en el corazón del hombre cegándolo para toda realidad espiritual. Todo en esta creación caída conspira contra la vida espiritual que Dios nos quiere dar. Es por eso que la victoria de la cruz de Jesús es tan cosmológicamente impactante pues subvierte el orden establecido por el pecado.
En ese sentido hay un bastión a ser derribado: el orgullo humano. Nada contra el ser humano ser seguro de sí. Pero no seguro sólo en sí mismo o por sus propios medios. Por supuesto, el ser humano es capaz de llegar muy lejos en su interior, tiene el espíritu de lo eterno en él por el momento, entonces va a llegar lejos. Pero para alcanzar la eternidad, la puerta de entrada es la muerte. Y el ensayo de la muerte es la confesión.
El arrepentimiento puede ser conveniente. El remordimiento puede incluso ser de alguna manera beneficioso impidiendo nuevas conductas equivocadas. La culpa puede llevar a la persona a ser y sentirse mejor en un círculo virtuoso, pero sólo la confesión libera el perdón. Sólo la confesión derriba al ser humano eliminando al pequeño rey que vive en su corazón.
Confesar nada más es que concordar con la opinión que Dios tiene sobre nuestros pensamientos, creencias, conductas, caminos, etc. Es descubrir que Dios es verdadero hasta en la opinión que tiene de nosotros. Es reconocer que todo ser humano es mentiroso. Es rendirse ante la torrentosa gracia de él.
El perdón de Dios para la vida del hombre individual (y con ello la gracia renovadora de él en la vida de la persona) viene no a partir del remordimiento o de la culpa ni del arrepentimiento. Viene a partir de la confesión. No importa si usted siente o no que una cosa condenada en la Biblia es pecado. Apenas confiese eso, o sea, concuerde con el Creador. Deja que actúe. Ciertamente, si lo que la Biblia condena (de forma específica, genérica o apenas como ejemplo) forma parte de su conducta, su conciencia será renovada, su espíritu será capacitado para un arrepentimiento; es decir, para un cambio de raíz de su acción. Ahi sí, es muy probable que llore y se lamente por haber vivido años en vanidad lejos del Señor (aunque talvez en alguna religión).
Con eso en mente, releía 1 Juan 1: 9. Si confesamos … él perdona. Apenas eso. Pecado confesado, pecado perdonado. El resto es consecuencia …
8 Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 10 Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.